martes, 14 de julio de 2009

Miedo

Los que no nos fuimos...
Porque no quisimos, o porque no pudimos. Porque no teníamos con qué. Porque no teníamos un rango importante en el encuadre, o porque ya no estábamos encuadrados porque no compartíamos los métodos, porque no creíamos que la vida de una persona tuviese menos valor que la causa, o porque tuvimos miedo de seguir...porque...porque... por esos muchos porques muchos nos quedamos. De nosotros no se habla, para nosotros no se piden indemnizaciones. Fuimos las victimas anónimas, sobrevivientes empecinados en ninguna parte. Sobrevivientes por la suerte o la astucia. Pero el miedo aun nos acompaña.
Los treinta y dos años no son suficientes. Lo descubrí hace unas pocas noches, cuando en el silencio de la madrugada empecé a sentir un vehículo pesado motoreando lentamente, cerca de casa. Y desperté sobresaltada con esa sensación de terror que me acompañó noche tras noche, meses tras meses, año tras año durante el proceso. Noches y noches sin pegar los ojos, esperando que vinieran por nosotros. Y esperando el milagro de una noche más. Nos dormíamos al amanecer, parecía que a la luz del día estábamos mas protegidos, o en las noches de lluvia, porque en nuestra ingenuidad pensábamos que con el barro no podrían entrar.
Teníamos que seguir viviendo: trabajar, alejados de la familia, de los amigos, sin reuniones, sin opinar. Ser “normales”. No levantar sospechas, pero tampoco estar siempre en casa, a veces teníamos que poder dormir, sentirnos seguros, y entonces deambulábamos con nuestra hijita a cuestas.
Hubo un sueño que fue muy reiterado en ese período: yo estaba en la casa de mis padres y llegaban a buscarme durante la noche, escapaba por la ventana, con Eva en mis brazos. Corría y corría por entre las canchas de eucaliptos, detrás de las casuarinas, pero ellos me perseguían y seguía corriendo, pero por mas que corría estaba siempre en el mismo lugar, entonces me sujetaba de los arbolitos para ayudarme a avanzar, pero me alcanzaban, me alcanzaban, ¡¡¡ME ALCANZABAN!!!
Yo despertaba transpirando, llorando, apretando mis brazos para que no me arrancaran a Eva.
Mi venganza fue, es, que nunca en realidad pudieron arrancármela.
Eva está, y es hermosa, alegre, contestataria, con proyectos, sueños, utopías, feliz, ¡libre!.

Texto a cargo de Maria "la innumerable"